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La historia de Anthony

Anthony, de 16 años, regaló pañuelos y ojos tras su muerte, ayudando a 54 personas de todas las edades en 14 estados.

Anthony -sus vecinos le llamaban Príncipe Azul- participaba en partidos de fútbol, hockey, monopatín, pastoral juvenil y campamentos de liderazgo. Era un modelo a seguir, con un corazón cariñoso y una gran sonrisa. Le encantaban los estudios, había terminado el pre-ACT y pensaba en carreras de ingeniería o ciencias.

"Cuando una persona muere, la gente tiende a ponerla en un pedestal. Pero Anthony era raro", se ríe su madre, Princess. "Siempre estaba gastando bromas y hacía cosas tontas y extravagantes, como decidir de repente limpiar todos sus zapatos... Le echamos mucho de menos".

El 4 de julio de 2010 fue un día que cambió a su familia para siempre. Princess, su hijo Jessie y su hija, Princess Ann, estaban en una fiesta familiar. Justo cuando empezaban los fuegos artificiales, sonó el teléfono de Jessie. "Contesté y oí 'Han disparado a Anthony'", dijo Jessie. "No me lo podía creer".

Anthony fue víctima involuntaria de la violencia de las bandas en Minneapolis. "Esa noche fue a una fiesta de graduación con un grupo de gente", cuenta Princess. "Era raro que no estuviéramos todos juntos, pero yo conocía a la familia y me sentí cómoda con que fuera".

Jessie, 16 meses mayor que él, echa de menos a Anthony como quien echa de menos a su otra mitad. "Pensaba que nos quedaban al menos sesenta años más haciendo cosas juntos", comparte. "Es duro".

Princess y Jessie se consuelan con el hecho de que Anthony pudo donar sus tejidos y ojos a personas necesitadas. Cuando Anthony recibió su carné de identidad estatal, marcó la casilla para ser donante de órganos, ojos y tejidos. "Me llamó desde el DMV y me preguntó qué significaba. Se lo conté brevemente y luego le dije que preguntara a alguien que trabajara allí", cuenta Princess. "No volvimos a hablar del tema, pero cuando le llegó la tarjeta por correo había marcado la casilla de donante".

Los dones de donación de Anthony se han compartido con hombres y mujeres de 14 estados con edades comprendidas entre los 8 y los 63. "Soy donante", comparte Jessie. "¿Por qué no? No necesito mis órganos ni mis tejidos cuando me haya ido. Que los use otra persona".