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Una nueva medida de lo que es posible: El jonrón de Mason

"Esta historia trata de momentos. Momentos que nunca olvidaré. Momentos que se definen por viajar setenta y cinco pies". Chris George comparte la inspiradora historia del trasplante de hígado de su hijo.

¿Qué distancia hay entre dos kilómetros? Para la mayoría de nosotros, setenta y cinco pies puede ser un viaje al buzón para recoger el correo. Puede que sólo nos lleve un minuto y no sea nada extraordinario ni memorable. Para un niño de doce años, setenta y cinco pies es la longitud de una cancha de baloncesto, es la distancia de home plate a primera base, son los primeros seis segundos de una carrera de una milla. Pero, ¿qué distancia hay entre dos metros y medio para un receptor de un trasplante?

Esta historia trata de momentos. Momentos que nunca olvidaré. Momentos que se definen por viajar setenta y cinco pies. 

Mason nació con el síndrome de Alagille, una enfermedad que afecta principalmente a la función hepática. Desde que nació, siempre nos preguntamos si necesitaría un trasplante de hígado. Cuando nos mudamos de Denver a Rosemount hace seis años, nuestro médico creía que su hígado seguiría mejorando y que un trasplante era poco probable.

El fin de semana del Día del Presidente de 2018, Mason cayó enfermo con intensos dolores de estómago. Lo que parecía altamente improbable, ahora era una realidad: el dolor que estaba experimentando condujo al diagnóstico de un hígado defectuoso y la necesidad de un trasplante. En el lapso de solo seis semanas, Mason pasó de correr arriba y abajo los setenta y cinco pies de largo de una cancha de baloncesto a necesitar un andador para navegar por nuestra casa.

Tras dos semanas en la lista de trasplantes, su estado empeoró. Pasamos más días en el hospital, necesitando una silla de ruedas para visitar la End Zone de Kyle Rudolph o la biblioteca. Recorrer setenta y cinco pies requería ahora la ayuda de otras personas.

El 17 de abril de 2018 a las 10:45 de la mañana, mientras caminaba desde mi coche hacia mi oficina, mi reloj zumbó con una llamada de mi esposa. No era habitual que llamara, pero me quedé paralizado en el sitio con lágrimas cayendo por mi cara. 

"A dos metros de mi edificio de oficinas, me enteré de que teníamos que hacer las maletas y dirigirnos al hospital. Había un donante potencial". 

Mi cabeza se puso inmediatamente en modo planificación, pero sabía que la primera llamada para recibir un trasplante rara vez significaba que fuera a producirse. Aun así, teníamos esperanzas.

El 18 de abril de 2018, acompañé a mi hijo al quirófano para recibir el mayor regalo de todos. El regalo de la vida. El regalo de un nuevo hígado.  

Diez horas después de salir del quirófano, mi mujer y yo entramos en la UCIP para ver a nuestro hijo. Lo primero que notamos fue la ictericia que ya le salía de las manos. Desde que nació, Mason tenía los ojos, la cara y la piel amarillentos. La ictericia era tan notable que los extraños nos decían que fuéramos a ver a un médico. Eso ya no iba a ser un problema. 

Para salir de la UCIP, Mason tenía que caminar desde su habitación hasta la sala de enfermeras y viceversa, unos setenta y cinco pies. Cinco días después de ingresar en la UCIP, Mason se armó de voluntad y encontró la fuerza para recorrer esos setenta y cinco pies. Un momento que nunca olvidaré.

A lo largo del año siguiente, celebramos muchos más momentos durante su recuperación:

  • Mi mujer y yo celebramos nuestro 15º aniversario de boda en el hospital mientras Mason se recuperaba. 
  • Para apoyar la recuperación de Mason, pedimos a la gente que le enviara una camiseta de su equipo deportivo favorito para que se la pusiera. Cada mañana, al vestirse, se ponía una camiseta nueva y se sentía envuelto en el cariño y el apoyo de amigos y familiares. 
  • Pasábamos todo el tiempo que podíamos en casa de los abuelos, en el lago, con sus primos, navegando en barca, viendo películas, jugando a las cartas y riendo.

Pero hay un momento en su recuperación que destaca. El momento que me hace llorar mientras escribo esto. Doce meses después de recibir el regalo de la vida, en una fría tarde de abril, Mason entró en la caja de bateo. Me senté en silencio a lo largo de la línea de primera base viendo a Mason jugar a su deporte favorito, el béisbol. Bola uno, bola dos, bola tres: ..... Con lágrimas en los ojos, vi a Mason llegar a primera base después de batear la bola cuatro en su primer partido de béisbol en casi dos años. 

Mason finalizando la última jugada del partido del campeonato.

Desde el home hasta la primera base hay 25 metros. Mientras le veía soltar el bate y correr hacia la primera base, afloraron todos los recuerdos y emociones del año pasado. Esos 18 metros representaban:

  • Trece años de consultas médicas y cirugías;
  • El miedo y la ansiedad de necesitar un trasplante y preguntarse si se encontraría un donante;
  • El primer gran hito de su recuperación; y
  • Todos los nuevos recuerdos y posibilidades que tendremos gracias a este increíble regalo.

Unos partidos más tarde, Mason consiguió su primer hit de la temporada, robó la segunda base y anotó una carrera. Un par de meses después, el Día del Padre, asistió en el último out de un partido del campeonato. Era la primera vez que ganaba un torneo de béisbol. 

Chris y Mason sosteniendo un trofeo del torneo de béisbol.

"Setenta y cinco pies están ligados a los momentos que Mason y nuestra familia llegan a tener gracias a un regalo que nunca podrá ser devuelto del todo: el regalo de la vida".  

Soy embajadora de LifeSource porque cada día recuerdo el impacto que puede tener la donación de órganos. Te animo a que des dos pasos hoy mismo.

  1. Hágase donante de órganos. Ser donante de órganos es dar a otra persona la oportunidad de disfrutar de momentos de la vida que quizá nunca hubieran sido posibles. 
  2. LifeSource es un grupo poco conocido que apoya a las familias en el proceso de donación de órganos, ojos y tejidos y proporciona trasplantes vitales a los receptores que los necesitan. ¡¡¡Donar a LifeSource hace posible momentos como el de Mason!!!